El factor ordenador de la política argentina que fue la grieta entre kirchneristas y antikirchneristas está volando por el aire por la irrupción del fenómeno Milei. Todavía no está claro para beneficio de quién, pero se intuye una primera víctima: Mauricio Macri.

Hay algo del caos en el que le gusta navegar a Milei que atenta contra la rigidez de la grieta, con sus categorías irreductibles, enemigos absolutos, indignaciones cuidadosamente seleccionadas. Si la grieta va mutando no es grieta, es caos.

Todo indica que estamos en las puertas de un nuevo orden, cuyos contornos aún desconocemos. La decisión de Milei de convertir a Macri y Clarín en el nuevo enemigo lo acerca a Cristina y rompe con un eje de la grieta, pero lo hace al mismo tiempo que se presenta como la mejor opción para terminar con el kirchnerismo. El resultado es que la grieta se problematiza y lo vemos de manera candorosa en la pantalla de LN+.

El Waterloo del peronismo en Salta y Jujuy, provincias que gobernó durante décadas, ahora reducido a dimensiones electorales de la izquierda, fueron producto no del puño de hierro de Cristina sino de su falta de conducción. Delegar en los bonaerenses Aníbal Fernández y el Tano Menéndez la tarea de ordenar el peronismo jujeño, todavía afectado por las secuelas de la fallida experiencia de Milagro Sala, habla de una desaprensión que se pagó en las urnas.

La idea de Cristina que votar en contra de todas las iniciativas de Milei en el Congreso tiene que ser el factor ordenador del peronismo, introduce en un movimiento famoso por su plasticidad una rigidez que le complica la construcción de mayorías, como quedó claro en la ruptura con Sáenz y Rovira.

¿Es Kicillof el relevo del liderazgo de Cristina? O mejor dicho: ¿Puede ser Kicillof la cara de una renovación peronista que deje atrás los años kirchneristas? Es demasiado pronto para saberlo, pero la definición de la próxima interna bonaerense es posible que sea también la definición de su futuro político.

De acá a octubre, varios gobernadores más tienen que cruzar ese Rubicón, pero el método está a la vista: convencer a Milei que no presente lista, si presenta lista que sea floja, si no es floja jugar todo el aparato -sin romper públicamente- para ganar. Los ex macristas Rogelio Frigerio e Ignacio Torres están en esa deriva, en su zigzagueo que tocan los contornos de un peronismo republicano, como el cordobés Martín Llaryora.

Tenemos un radicalismo sin opción nacional, pero fuerte en las provincias; un kirchnerismo agotado en el interior, pero ineludible en la provincia; un PRO a pasos de la extinción pero con dos gobernadores muy competitivos y un Milei que mide bien pero tiene enormes dificultades para armar una estructura nacional, justo cuando debería ser el momento de pasar por caja su popularidad.

LPO