Javier Milei hizo su carrera profesional como economista. Desembarcó en los medios y en el terreno electoral en ese rol, sumando el carácter disruptivo de un libertario que venía a demoler la estructura de un Estado ineficiente y corrupto que sumió a la Argentina en décadas de estancamiento. Los números cantan: aunque el kirchnerismo quisiera proclamar lo contrario, la economía del país se estancó en los últimos 15 años. No hay número que demuestre lo contrario. En ese escenario de inflación descontrolada, al límite de la hiper, con emisión y gasto público delirante para financiar una peligrosa decadencia en medio de un proceso electoral, aparece el fenómeno Milei como una ruptura del sistema que parecía imposible de llevar adelante.
Ese Milei planteó ideas anti castas con una visión eminentemente economicista. Nada de la política clásica podría haberse colado en medio de una campaña que prometía el ajuste más duro de la historia de la Argentina y, según Milei, del mundo. Y el ajuste empezó.
Mas de cinco puntos del PBI cayeron bajo la implacable «motosierra»; organismos del Estado que parecía imposible disolver cayeron bajo el martillo del Gobierno; la obscenidad de la corrupción (la chica casi de ladronzuelos y la grande de las enormes operaciones que vaciaron de sentido la obra pública) comenzaron a aparecer todos los días. Es un lugar común, pero no hay frase que lo exprese mejor: en el Estado donde se toca sale pus.
No hay área, mucho menos en el terreno de la política social, que haya quedado al margen de la corrupción kirchnerista. Inclusive, hasta un día los porteños se levantaron y se dieron cuenta que los piquetes de la extorsión de las organizaciones sociales habían desaparecido.
Y llegó el momento de empezar a entender a otro Milei, que por caminos distintos a los canales clásico se había recibido de político; y con un impacto que inclusive comenzó a ganarle al Milei economista. Ejemplos sobran y en todos los terrenos.
La Libertad Avanza llegó al gobierno con un solo activo: el fenómeno de Milei como emergente del hartazgo social frente al fracaso de la política en general, que tuvo al engendro del gobierno de Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa como su ejemplo mas acabado. En realidad, el libertario y su hermana Karina, no tenían mucho mas que esa fuerza electoral que los respaldara. De hecho, Milei cambió su elección original para el elenco en Economía después de las elecciones y apeló a Luis «Toto» Caputo para el Ministerio y un hombre de la casta como Guillermo Francos para que le organizara la cara política de su gobierno. El primer año de mandato demostró hasta ahora que no tuvo errores en esas decisiones.

El resto de la estructura de Milei fue todo un interrogante, incluida la incorporación de Santiago Caputo en el «triángulo de hierro», estructura monolítica del poder presidencial que también empezó tímidamente a abrirse a nuevos integrantes en los últimos tiempos.
A esta altura, Milei ya empezó a dar señales de lo que estaba pasando en su estrategia por debajo del color económico que rodea a todas las manifestaciones de su gobierno. Cristina Fernández de Kirchner fue una de las primeras en detectar ese movimiento político-pragmático del presidente y jugó a pleno a polarizar.
La exvicepresidente reorganizó su política de supervivencia en torno a cruzarse con un Milei que siempre estuvo dispuesto a contestarle y a conseguir un sello institucional que le legitimara ese juego.
Lo consiguió con el desgastado PJ, un partido que en los papeles existe, pero que en la realidad es una ensoñación que se saca a ventilar cada vez que algún peronista lo necesita como estrategia electoral. No hace falta recordar las palabras soeces con las que la propia Cristina se refirió históricamente al PJ y a sus dirigentes.

El Partido Justicialista que preside hoy Cristina debe ser, históricamente, la expresión más chica que haya tenido nunca el PJ. Ella se quedó con una cáscara casi vacía que apenas incluye al kirchnerismo, pero que ni siquiera puede contener a Axel Kicillof, que gobierna la provincia más importante que retuvo el kirchnerismo, inclusive con altas chances de tener una buena performance electoral en el 2025. La Cámpora, que Cristina volvió a confirmar como eje de su estrategia de «reconstrucción» del PJ, demostró en las últimas semanas que no tiene utilidad como herramienta, menos cuando el que convoca es su hijo Máximo.
El peronismo de hoy tiene menos gobernaciones que las que mantuvo en toda la era democrática y ninguno de esos caciques provincias (ni siquiera totalmente Gildo Insfran que termina el año enrolándose en una reforma constitucional en Formosa para conseguir seguir gobernando después de 35 años de mandato) dio la más mínima señal de sentarse siquiera a tomar un café con Cristina. No hubo aportes de los gobernadores a ninguna de las fotos de unidad a las que convocó el kirchnerismo, pero si muchos de ellos reciben a Milei cuando visita sus provincias, lo van a ver a la Casa Rosada o hasta en algún caso especial le prestan sus votos en el Congreso cuando el presidente necesita aprobar una ley o bloquear otras. Nada más parecido a la política profesional.
Ese juego de las provincias es producto de la decadencia y la destrucción del peronismo de hoy, pero también es otro rasgo de la estrategia política de Milei. Todos esos gobernadores miran a la Casa Rosada antes de mover alguna ficha, lo reconozcan o no. Y mucho más los jefes provinciales del ex Juntos por el Cambio. El debate del aun no nacido Presupuesto Nacional 2025 es la prueba de ello. Milei se cruzó con sus supuestos gobernadores aliados que le llevaron una lista de cinco reclamos que no estuvo dispuesto a conceder. El presupuesto no se votó y ni siquiera se sabe si antes de marzo habrá algún intento de avanzar en la negociación.
¿Quiénes está nervioso por no tener ley de Presupuesto? Milei claramente no; los gobernadores sin duda porque con la ley se garantizan fondos y obras. Está claro que no es lo mismo que un país tenga ley de presupuesto que mantenerse asignando fondos por decreto presidencial. La Ley de Administración Financiera y de los Órganos de Control le permite al presidente reconducir la ley de presupuesto anterior cuando el Congreso no vota la del año siguiente, pero esa norma debe entenderse como de excepción. Lo cierto es que el Milei político juega a fondo con esa facultad y hasta ahora le dio resultado.
El pragmatismo presidencial en ese sentido volvió a aparecer la semana pasada cuando el Boletín Oficial publicó el decreto que habilitó la continuación de una lista de diez obras públicas en todo el país; algunas de esas obras eran reclamadas por gobernadores de todos los colores y debieron estar dentro de la ley de presupuesto, pero camino estratégico claramente es otro.
La CGT puede dar muestra del mismo ejercicio político de Milei. El gobierno logró dividir el frente sindical con Pablo Moyano rompiendo y colocando su padre Hugo en el triunvirato y una declaración de la mesa de la CGT que, casi como regalo de fin de año, proclamo la necesidad de esperar al 2025 para decidir si avanzan con alguna protesta. La novedad sindical de estos días es que el propio gobierno se niega homologar un acuerdo con aumento de 8,5% trimestral para camioneros que las propias empresas están dispuestas a pagar, porque consideran que se desvía de la pauta inflacionaria que quiera mantener «Toto» Caputo. Camioneros amenaza con protestas y el gobierno dicta la conciliación obligatoria, con la política en el centro de la escena.

Mauricio Macri y los radicales también fueron sorprendidos por las asignaturas en materia de estrategia política que Milei aprendió rápidamente. Después de comer milanesas en la Residencia de Olivos en varias ocasiones, elexpresidente quedó limitado al juego interno del PRO y claramente enfrente de Milei. Mientras eso sucedía los Milei lograron el reconocimiento nacional para la Libertad Avanza en todo el país. Es decir, ya no necesitan ir en alianza con el PRO en el 2025. En palabras de Elisa Carrió, no hay tarea más dura para un político que fundar un partido nacional. Y Milei lo consiguió.
El juego grande de ese cruce se dará en la Ciudad de Buenos Aires y por ahora parece tener como protagonista a Jorge Macri, que sabe que la batalla de La Libertad Avanza contra el PRO tendrá el round final en CABA y la provincia de Buenos Aires. Karina Milei lo dejó en claro la semana pasada, por si alguno tenía duda, y las votaciones en la legislatura porteña son prueba de eso.
¿Es un escenario final para Mauricio Macri? Imposible saberlo en un país como la Argentina que tiene crisis cíclicas que terminan dándole nuevas oportunidades a todos. Cristina Fernández de Kirchner es la prueba más evidente de eso. Hay una realidad que se ha instalado en el país de los años que vienen: la política tiene un nuevo protagonista, Milei, que ya dio pruebas de su vocación de dejar la ortodoxia y recurrir al pragmatismo extremo cuando lo necesite.
MDZ