Por debajo de la superficie electoral porteña, donde se discuten nombres como Manuel Adorni, Silvia Lospennato o Leandro Santoro, se libra una pelea mucho más profunda: Javier Milei no compite con el PRO, compite con Mauricio Macri. Lo que está en juego no es una banca, tampoco la futura jefatura de gobierno: a la que aspiran tanto Santoro como Larreta, mientras subsisten las dudas de si Adorni asumirá el lugar de legislador. 

Lo que está en juego verdaderamente es el liderazgo definitivo del espacio no peronista en la política argentina. El libertario no busca una alianza estratégica ni un acuerdo coyuntural con el expresidente; quiere, como advierte el consultor Facundo Nejamkis, “ganarle a Macri y retirarlo del mapa político”.

La clave para entender esta disputa es despersonalizar la coyuntura electoral y observar el escenario como un conflicto por el ordenamiento del sistema político. Milei, al igual que Néstor Kirchner en 2005, entiende que para consolidar un nuevo liderazgo debe correr del juego a su antecesor. Kirchner lo hizo con Eduardo Duhalde en la provincia de Buenos Aires; Milei busca hacerlo con Macri en todo el país. El método es el mismo: ganar elecciones, imponer lealtades, condicionar a los aliados y someter simbólicamente al líder desplazado.

Duhalde y Kirchner

El operativo ya está en marcha. “El sentido de la pelea, para Milei, es resolver el problema del liderazgo en el hemisferio no peronista”, define Nejamkis. El libertario se muestra agradecido con Macri, lo elogia por momentos, pero jamás acepta un pacto en pie de igualdad: hubo milanesas en Olivos pero nunca se discutió la letra chica de un acuerdo, y el ex presidente se vio obligado primero a reunirse con Santiago Caputo, y después a conformarse con una negociación mediada por Cristian Ritondo, a quien Sebastián Pareja y Karina Milei reciben más como una posible incorporación a sus propias listas, que como un embajador con el que discutir acuerdos programáticos y eventuales fusiones.  

Como también explica el consultor, «si vas a La Libertad Avanza como empleado, te aceptan. Pero tenés que ir como empleado, no a pelear poder«. Esa es la disyuntiva que enfrentan hoy los ex Juntos por el Cambio que se acercan al oficialismo: bienvenida la sumisión, rechazada la paridad.

El reciente intento fallido de instalar la Ley de Ficha Limpia es un ejemplo de esa dinámica. La iniciativa era una bandera del PRO, impulsada por Lospennato y el propio Jorge Macri. Cuando cayó, Milei aprovechó para acusar a su exsocio de pactar con Cristina Kirchner para impedirla. No le habló a la interna del PRO, sino al electorado que aún le guarda respeto a Macri. Lo denunció como parte del sistema.  El presidente llamó al líder del PRO «ladrón», «mediocre» y «carente de ideas».  Lo bajó del pedestal. Lo desafió a un duelo donde el único final aceptable es la retirada del adversario.

Milei y Macri

Macri se ha cansado de declarar que le gusta lo que hace Milei”, recuerda Nejamkis. Pero eso no significa que Milei le devuelva el gesto. Al contrario: lo exhibe como un líder obsoleto que se niega a aceptar su tiempo. En ese contexto, las elecciones legislativas en la Ciudad de Buenos Aires adquieren un carácter nacional. “La política está muy teñida de lo nacional”, apunta el consultor, y es ahí donde esta interna encuentra su profundidad.

Ya no existe una sola coalición no peronista. “Tenés cuatro listas de lo que fue Juntos por el Cambio hace dos años”, señala Nejamkis. PRO, UCR, La Libertad Avanza y algunos desprendimientos liberales compiten por el mismo electorado. Pero no es una competencia horizontal, sino un proceso de absorción: Milei no quiere sentarse a la mesa con esos sectores, quiere integrarlos a su lógica o descartarlos. “Lo que busca Milei es destronar a Macri y que se sumen a la lógica del mileísmo”, resume Nejamkis. No hay lugar para liderazgos compartidos.

La Ciudad, además, amplifica esa tensión por su densidad simbólica. Es el distrito donde nació el PRO, el bastión que catapultó a Macri a la presidencia, y el último bastión de resistencia que podría sobrevivirle. Por eso, las PASO porteñas no se leen solo como una interna entre oficialismo, oposición y “listas satélites”, sino como un laboratorio de poder. Allí se testea si Milei puede competir, dividir, absorber y finalmente disciplinar al macrismo residual.

Javier Milei, Mauricio Macri y Patricia Bullrich

El “tsunami Milei”, como lo define Nejamkis, alteró las reglas del juego. “Apareció un cisne negro que puso patas para arriba la casa”, grafica. En ese escenario volátil, “ninguna de las listas aparece con una cifra contundente para ganar”, lo que abre el camino a maniobras estratégicas y reacomodamientos. Pero más allá del resultado puntual, Milei ya trazó su objetivo: no cohabitar con Macri, sino reemplazarlo.

Y lo logra no con un golpe de efecto, sino con desgaste sistemático, construyendo un nuevo orden donde la derecha tenga una sola voz. Si lo logra, como Kirchner con Duhalde, quedará como el fundador de una nueva hegemonía. Macri, mientras tanto, se enfrenta a la encrucijada de todos los exlíderes: adaptarse, resistir o desaparecer. Milei no lo quiere socio. Lo quiere historia.

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