Con la detención de Cristina Fernández de Kirchner, el peronismo creyó resolver el dilema de la unidad fallida. La definición condenatoria de la Corte Suprema colocó a los herederos de Perón y Evita en la misma vereda. Incluso, en una vereda ensanchada. Sin embargo, a poco de andar y decantar la novedad, asoman las mismas dudas y reaparecen los pases de factura, las exclusiones y las desconfianzas.
“… y en las malas mucho más”, dice la canción de cancha. Todos acudieron a la cita, sea en calle Matheu o en San José y Humberto Primo. Y así, los encuentros seguirán multiplicándose hasta encontrar su punto cúlmine, tal vez, en la movilización prevista para este miércoles. Es el problema de analizar el proceso a medida que se suceden los acontecimientos. Por eso, quienes se dedican a investigar la opinión pública desaconsejan hacerlo en plena ebullición.
Si algo se puede advertir es que el reagrupamiento no conlleva unidad ni mucho menos una hoja de ruta con objetivos compartidos. Las razones de la interna no se disolvieron. La tristeza por la condena convive, en los mismas afectados, con el entusiasmo de haber reencontrado la rebeldía que supo caracterizar al peronismo de otros tiempos; como si el fallo de la Corte hubiera tocado el nervio necesario para pasar de la anodina oposición a la resistencia efervescente. Y habilitar, incluso, el despliegue de un relato que le va dando cierto sentido al devenir de los acontecimientos. Es decir, un texto que justifica.
CFK presa y la épica de la resistencia
Como expresó el especialista en comunicación política Gonzalo Sarasqueta, “la victimización, la épica de la resistencia frente a enemigos poderosos, la centralidad, el rol histórico y todo el artefacto simbólico y discursivo es dado ahora por el sistema”. Se podría decir que se va articulando con el devenir de los acontecimientos y no como resultado de estrategia propia. Y otorga cierto significado a la Cristina Eterna que, hasta ahora, resonaba como una consigna sin demasiada prédica.
Con todo, aunque llegue de manera un tanto azarosa y más por imposición que como resultado de una construcción deliberada, se intenta capturar y aprovechar. Es un intento de revertir el repliegue por el que transcurría la vida política de quien fuera dos veces presidenta, pero también de la constelación de dirigentes que orbitan a su alrededor.
El acorralamiento judicial -también mediático, se podría decir- convertido en el combustible que la impulsa a pasar de una posición defensiva, como lo describía su candidatura a diputada por la Tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires, a una centralidad con expectativa. Se verá, de todos modos, con qué procedimientos y actores. ¿Será con su hijo Máximo?
La centralidad y, si se quiere, hasta la recuperación del monopolio de la lapicera, como algunos suponen, encuentra sus limitaciones concretas: ¿Cómo hacerlo desde el arresto? ¿Con quién? ¿Cómo capitalizar y traducir el peregrinaje a la Puerta de Hierro porteña en movimiento de poder? ¿Cómo conectar el balcón con la oferta electoral? ¿Cómo hacerlo si se trata de la misma dirigencia política que hasta hace dos minutos seguía sin comprender la profundidad del cambio social? ¿La centralidad y la narrativa que recupera Cristina puede alcanzar para explicar su situación y dotar de argumentos a los propios? No se percibe que esto revierta la imagen del resto de la dirigencia que se acerca al calor de esa centralidad.
El peronismo se lamenta, y a la vez disfruta, el despertar de pasiones largamente adormecidas. La irrupción del presidente Javier Milei le había arrebatado la irreverencia. El libertario se apropió de lo disruptivo que caracterizó, hace tiempo y a lo lejos, al movimiento nacional y popular.
Las oscilaciones entre Unidad Ciudadana, el Instituto Patria y ahora el peronismo acompañan los “momentos” políticos de Cristina. Como dice Mario Riorda, una marca es la evidencia empírica de un mito de gobierno. Un mito político, en este caso, si nos referimos al peronismo. El sello PJ, en ese sentido, puede contar una historia de largo aliento. El relato de hoy solo adquiere sentido si se enlaza con un pasado de persecución, exilio y proscripción. Ese enhebrado histórico es posible sobre la tela del peronismo.
“Me quieren presa o muerta”, dijo Cristina e, inmediatamente, conectó con su propio intento de asesinato, pero también con los fusilamientos de la que fue víctima la militancia peronista. “El Partido Judicial le agrega el cepo al voto popular”, graficó. Sin duda, el PJ es la plataforma comunicacional que mejor conecta y habilita ese recorrido histórico. La que puede otorgar legitimidad al relato actual. Por contraste, cuando necesitó escapar del significante PJ, dio a luz Unidad Ciudadana. Y cuando se quiso potenciar al kirchnerismo, se ancló en el Instituto Patria. Esto parece funcionarle a Cristina, pero difícilmente le sirva al resto de la dirigencia que se mantiene expectante.
La condena de CFK y las pasiones desatadas
En la radiografía previa al fallo de la Corte Suprema, las encuestas y hasta la propia CFK habían reconocido que, si aumentaba el desencanto con la figura del Milei o, incluso, si se confirmaba un descenso en la intención de voto de LLA, no había evidencia de que eso ocurriera en beneficio de la oposición. Todo indicaba, en cambio, que quienes abandonan a las fuerzas del cielo pasaban directamente a incrementar el universo de los desencantados de todo. Un 2001 silencioso o contenido. Así podía inferirse del bajísimo nivel de participación registrado en las distintas elecciones realizadas en lo que va del año.
¿Podrá revertirse esa situación? ¿Puede haber variaciones significativas a la luz de los amores y odios que encendió la condena? ¿Lo mismo puede provocar, del otro lado, los festejos, el agite y la saña contra la expresidenta? Todo indica que las pasiones desatadas clavaron un puñal en la indiferencia. Esa división empatada es la que sigue mostrando un reciente estudio de Zuban-Córdoba.
La pregunta es si la historia que intenta zurcir CFK alcanza para algo más que para explicar su presente y darle sentido político a la detención. Tal vez resulte suficiente para darle argumentos a los propios y un motivo para movilizarlos, pero difícilmente para captar nuevas generaciones o inspirar futuro. El amontonamiento para resistir no implica unidad. Y la unidad no garantiza algo más que resistencia y táctica electoral.
Parece abortarse, por otro lado, la renovación de liderazgos. Alcanza con ver la foto sepia que reunió en el PJ a los distintos sectores; una foto que dice más por las ausencias que por las presencias. Hay que mirar a los intendentes, que conectan con lo real. Todo indica que habrá más fotos. Todo resulta confuso.
El peronismo, la resistencia y ¿qué más?
Así y todo, algunos se preguntan si, en tiempos de caos, donde se juega a destruir y ser instrumento de la insatisfacción o de ciertas pasiones, hace falta algo más que resistir. Muchos de los que se asoman al balcón de Cristina piensan en sacar algún rédito en las elecciones venideras, aunque se oculten detrás de caras desconocidas.
Antes del fallo, se trataba de una canción de Lali, el “nadie se salva solo” de El Eternauta, una manifestación en defensa de las universidades o a favor de los jubilados. Incluso, un editorial encendido en un canal de streaming o algún recital.
Ahora aparece una historia para contar desde una plataforma. Para algunos, incluso, un motivo para dar la batalla. En todo caso, una vinculación del presente con el pasado. Falta, tal vez, una mejor interpretación del presente para encarnar una idea de futuro.
LetraP