Con “La isla de la mujer dormida”, su nuevo libro bajo el brazo, el escritor Arturo Pérez-Reverte aterrizó en Argentina para participar de la 49ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. El escenario no podría ser más propicio, una ciudad que respira literatura y que lo recibe como a su amigo más querido. Porque este español de 73 años, al igual que Pichuco en el tango “Nocturno de mi barrio”, a nuestro país “siempre está volviendo”. Autor de la trilogía “Falcó” y del best seller “El italiano”, ahora vuelve a encontrarse con su público más austral, ávido por escuchar las historias de un hombre que escribió sus más de 30 novelas con la misma intensidad con la que vive. 

Sin embargo Pérez-Reverte no es un narrador cualquiera.

Antes de convertirse en uno de los autores más leídos del mundo con veintisiete millones de libros vendidos y traducido a más de 40 idiomas, fue periodista de guerra durante más de dos décadas. Hoy, exitoso y ya del lado de los que hicieron y vivieron mucho, se dispone a disfrutar. Prefiere no hablar de su pasado bélico, del cual ya habló mucho y tampoco de política, porque “la historia se repite y lo que podría decir hoy, ya lo dije hace 20 años”. Entonces queda lo más interesante y confidencial, su intimidad. Los recovecos de su cabeza, ese río de tinta que genera una historia tras otra, de intriga, amor, sexo, poder, ambición y traición.

“Hay novelistas cerebrales como mi admirado y recordado amigo Javier Marías, pero yo soy más cazador, siempre mirando fuera. Mis novelas no son introspecciones, reflexiones sobre yo y mi intimidad. Voy por la vida con los binoculares puestos. A saber, “chica guapa”, “situación”, “aventura”, “peripecia”, todo adentro. Y voy echando en la mochila. Esa actitud de estar atento a todo, a lo que me puede ser útil, es la base de mi escritura y lo que me mantiene vivo”.

Noticias: ¿Quien crea que en sus novelas están sus miedos y contradicciones está equivocado? 
Arturo Pérez-Reverte: Yo vivo del exterior, de proyectar. Mi mochila está cargada del mundo exterior. Si yo corto el vínculo y me dedico a mí, a estar en casa pensando en mí, en mi vejez, mi mujer, mis hijos y lo que tenga, no creo que le guste a nadie. Aclaro que surgen novelas excelentes de ese mundo, pero no es el mío. La savia del afuera es lo que me motoriza todos los días. Lo que me permite sentir y no envejecer como un abuelo gruñón.

Noticias: Se lo escucha entre intuitivo y apasionado pero el mercado requiere un cierto patrón literario.

Pérez-Reverte: Hoy soy un novelista profesional. Cuando empecé era puro entusiasmo. Hoy ya no, ya llevo 30 novelas escritas y tengo una experiencia y público lector en más de 40 países por lo que tengo que estar atento a ese espectro de lectores. Argentinos, chinos, polacos y rusos, entre muchos más. Entonces a la hora de plantear una novela, quiero ser eficaz. Quiero que mi lector chino la disfrute igual que el lector italiano e inglés. Entonces necesito moverme en parámetros que sean lo suficientemente generosos para acogerlos a todos, y eso requiere de mucho esfuerzo.

Noticias: ¿La inspiración qué papel juega en un autor de su talla?
Pérez-Reverte: Mi trabajo se basa en una estructura. Yo no me siento a ver qué sale. Algunos escritores se sientan a ver qué sale y sacan obras maestras, pero yo necesito planificarlo mucho antes. Mi mayor orgullo es ser un escritor eficaz. Entonces me levanto todos los días a las siete de la mañana, hago ejercicio, me doy una ducha y a las ocho estoy en mi biblioteca escribiendo. Trabajo seis u ocho horas todos los días, tenga ganas o no tenga ganas. Tengo un sistema de trabajo absolutamente espartano, rutinario y cuando llega el momento bueno, de inspiración fluida, lo aprovecho, y cuando no, a darle con más fuerza. 

Noticias: El español es su lengua madre.
Pérez-Reverte: La lengua española no es perfecta como ninguna lengua. Y yo muy lejos estoy de ser perfecto. Entonces como novelista estoy todos los días en problemas, porque tengo en la cabeza lo que quiero contar perfectamente pero no consigo encontrar esas palabras. Y tengo una edad en la que ya mis maestros no están. Entonces, ¿qué hago? Acudo a los más grandes maestros. Los eternos. Voy a mi biblioteca y busco: “A ver maestros Balzac, Borges, Art. ¿Cómo lo haréis vosotros?  Y en ellos encuentro la solución. Mi biblioteca no es un lugar de libros muertos ni de libros futuros, sino de libros vivos.

En los últimos 20 años, Pérez-Reverte se convirtió en uno de los autores más replicados en cine. Es que su prosa tiene el plus de su experiencia personal. Y si bien no la vuelca en sus páginas, la conoce y la trasmite en tercera persona. Su nuevo libro “La isla de la mujer dormida” no es la excepción. Ambientada en un paraíso tan bello como perturbador, la novela vuelve a poner en juego los dilemas morales que caracterizan su obra.

“Durante la etapa final de mi anterior libro “El problema final” estuve en Grecia y fue con ese paisaje que apareció esta novela en mi cabeza y empecé a tejer. Esa isla tal, una historia equis, ese corsario, un pirata moderno, que sea durante la Guerra Civil Española. La historia de una mujer como Lena, un hombre como Jordán, un matrimonio en el medio. Y con todo eso tenía aventura, amor, sexo, frustración. Tenía mi nuevo libro».

Noticias: ¿Nunca una nueva historia le cambió los planes?
Pérez-Reverte: Sí. Varias veces. Me pasó muchas veces de darme cuenta que estaba escribiendo novelas que no eran para ese momento. Con dos páginas, con diez y hasta con tres meses de trabajo. Me pasó con “El tango de la guardia vieja”. La empecé y al tiempo me di cuenta que tenía que dejarla porque me iba a equivocar. 20 años después entendí que era una buena novela. Hoy diría que es muy sólida. Se divide en tres lugares y momentos, Buenos Aires, la Costa Azul y Sorrento. Es un amor en tres fases. Donde la pareja se conoce, donde se reencuentra y ya en la vejez. Y por qué no había funcionado cuando la empecé, porque me faltaba edad y experiencia para escribir la segunda y tercera etapa.

Noticias: Muchos directores llevaron sus novelas al cine. Una amalgama que deja enojado casi siempre al escritor.
Pérez-Reverte: Cuando escribo nunca pienso en el cine. Pero los críticos dicen que yo soy muy visual, entonces imagino que le debo facilitar la tarea al director. Han hecho muchas series y películas y la verdad es que casi nunca me gusta lo que veo. Roman Polanski hizo “El club Dumas” y le fue muy bien. Hicieron “La tabla de Flandes” y me quise ir a pelear con el director. Tenía otra edad y otras energías. Con el tiempo he aprendido que uno cobra los derechos y suelta. No soy responsable. Si me gusta, aplaudo; si no me gusta, me callo.

Noticias: En su literatura la mujer ocupa un lugar preponderante. 

Pérez-Reverte:
Hasta las mujeres secundarias tienen papeles importantes en mis novelas. ¿Por qué? Porque por la guerra he visto a las mujeres en situaciones muy extremas. En lugares críticos, siendo violadas, siendo botín del vencedor, siendo ellas y vengándose de los hombres, matando, muertas. Y yo quiero ver siempre a esa mujer que pelea, la que no resigna su papel en la historia. Una mujer vengativa es el ser humano más peligroso que la raza pueda experimentar, mientras que una enamorada es la persona más fiel que existe. No así el hombre. Mi novela “La Reina del Sur” habla un poco de ello.

Noticias: La literatura y el cine se empecinan en el fin del mundo. 
Pérez-Reverte: Hay dos maneras de afrontar el horror que el mundo propone. O te espantas y generas más caos o te vas a la ventana con una copa de vino y observas. Como en su momento alguien habrá observado a los bárbaros haciendo arder Roma. Y lo que te permite estar en la ventana mirando sin gritar espantado es la cultura. Una vez viajé en un avión entre Chipre y Beirut y pensé que se caía. Todos empezaron a gritar descontrolados y yo me decía: “¿Voy a morir entre estos gilipollas alienados? No puedo morir como ellos», entonces me relajé y empecé a mirarlos. La cultura es saber que llegó el momento y que se cumplen las reglas inexorables de la vida. Mi suerte es que llego a la vejez con esa cultura que me permite digerir de una manera razonable y estable mi propia vejez y la decadencia del mundo en que he vivido.

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